- Black Mud - The Black Keys -
Miré en mi bolsillo y encontré un hermoso recuerdo, nuestras lagrimas mezcladas. Me bajé del tren que me llevaba por un paisaje que se me antojaba muy familiar. Como si alguna vez hubiera estado en un desierto digno de mil historias fantásticas sobre vaqueros. Prendí uno de aquellos cigarrillos que odiaba pero que me inspiraba confianza y me senté a esperar entre el sol y la luna hasta que al fin la vi en la lejanía. Cada paso que daba me aceleraba mas el corazón. Nunca antes le había dicho que la amaba ni habría imaginado hacerlo, mucho menos en un lugar tan extraviado o en un momento tan común, pero es que escuchar música con una mujer al lado siempre ha sido un riesgo para mi. Así que había estado dándole vueltas en mi cabeza desde la última vez que la vi y a la noche anterior la idea se volvió contra mi y no me dejo dormir. Todo por que considere que ya no podía enmendar mi error, solo me quedaba ser feliz aunque costara herir un poco a una de las personas mas importantes de mi vida y decepcionar a las pocas personas a las que le importaba. Avanzó más y, ella, al notar que a medida que se acercaba mi cara de sufrimiento se acentuaba, incrementó el ritmo como si disfrutara torturarme. Sabía que el tren partiría la mañana siguiente y nunca mas en mi vida volvería a verla, aún así me pareció importante que supiera que la amaba, por ello, cuando llego, la abracé y le cogí la mano, como haría cualquier otro día. Entonces le dije: "te tengo que decir algo importante", y la sumergí en nuestra intimidad.
-¿Has soñado alguna vez?- le insinué.
Miré en mi bolsillo y encontré un hermoso recuerdo, nuestras lagrimas mezcladas. Me bajé del tren que me llevaba por un paisaje que se me antojaba muy familiar. Como si alguna vez hubiera estado en un desierto digno de mil historias fantásticas sobre vaqueros. Prendí uno de aquellos cigarrillos que odiaba pero que me inspiraba confianza y me senté a esperar entre el sol y la luna hasta que al fin la vi en la lejanía. Cada paso que daba me aceleraba mas el corazón. Nunca antes le había dicho que la amaba ni habría imaginado hacerlo, mucho menos en un lugar tan extraviado o en un momento tan común, pero es que escuchar música con una mujer al lado siempre ha sido un riesgo para mi. Así que había estado dándole vueltas en mi cabeza desde la última vez que la vi y a la noche anterior la idea se volvió contra mi y no me dejo dormir. Todo por que considere que ya no podía enmendar mi error, solo me quedaba ser feliz aunque costara herir un poco a una de las personas mas importantes de mi vida y decepcionar a las pocas personas a las que le importaba. Avanzó más y, ella, al notar que a medida que se acercaba mi cara de sufrimiento se acentuaba, incrementó el ritmo como si disfrutara torturarme. Sabía que el tren partiría la mañana siguiente y nunca mas en mi vida volvería a verla, aún así me pareció importante que supiera que la amaba, por ello, cuando llego, la abracé y le cogí la mano, como haría cualquier otro día. Entonces le dije: "te tengo que decir algo importante", y la sumergí en nuestra intimidad.
-¿Has soñado alguna vez?- le insinué.
-No.
-Pues anoche yo lo hice- le dije lamentándome, como quien confiesa un pecado.
-Ah!
-De hecho he soñado desde la ultima vez que te vi- dije con voz baja, con la esperanza de no ser escuchado- aunque... tu nunca has aparecido en mis sueños...
Entonces una lagrima rodó por su mejilla y he de aceptar que me tente a recogerla con la lengua, pero cuando vi que estaba paralizada supuse que no era lo adecuado. Esperé y decidí sentarme a fumar otro cigarrillo de aquellos que odiaba mientras esperaba a que su hermosa voz se liberara de su cuello, pero entonces me fume dos y tres. Me puse de pie, la abracé nuevamente y pellizque sus labios con los míos un trío de veces, (por que los pares de veces están trillados) y le susurre al oído para que quedara entre ella y yo: "te amo"... Entonces me acerque a su pecho y... trate de escuchar. Su corazón había dejado de latir, encambio el mió no se había detenido ni un poco desde que la había visto en la lejanía de aquel fantástico paisaje. Así, me fui convencido de que mi corazón le había robado todas las palpitaciones al suyo cuando la besé y que no me importaba que no me hubiera dicho que ella también me amaba, ya que de igual forma no volvería a verla.
Y la deje parada, sin moverle ni un solo pelo desde que le confesé que la amaba, a la merced del despiadado viento de aquel cuento de vaqueros que acababa de vivir y que terminó conmigo pegado a la ventana del tren, contemplando por última vez su belleza que empezaba a perderse entre el polvo.
Y la deje parada, sin moverle ni un solo pelo desde que le confesé que la amaba, a la merced del despiadado viento de aquel cuento de vaqueros que acababa de vivir y que terminó conmigo pegado a la ventana del tren, contemplando por última vez su belleza que empezaba a perderse entre el polvo.